Pensando en esto, empecé a responder a la pregunta que mi mente me formulo esta tarde, mientras pensaba si alcance o no algo de lo que siempre me propuse.
¿Quién hubiera querido ser?
Me hubiera gustado nacer en un hogar donde mi padres y demás familiares fueran una familia de verdad (por razones de intimidad será algo que no pasaré a explicar). Que mis padres hubieran estado orgullosos de mi, fuera cual fuera el camino que yo hubiera elegido, que mis hermanas me quisieran, admirarán y desearan algún día parecerse a mí, que me confiaran sus penas y glorias, y nos cubriésemos las espaldas dando la vida las unas por las otras.
Me hubiera gustado crecer y formar un círculo de amistades de esos, que a pesar de que se termine el colegio, el instituto, la universidad, y este cada uno trabajando y ocupandose de sus "mundos personales" siempre sacan un tiempo para compartir entre ellos…los amigos de siempre, aquellos que no hace falta quedar porque sabes donde encontrarlos cada tarde de domingo, o de un simple miércoles. Esos que a pesar de los años no cambian su esencia, siguen haciendo los mismos chistes y recordando historias pasadas que los llena de risas y añorados recuerdos.
Me hubiera gustado desde pequeña luchar por hacer lo que me gustaba, sin miedo a poder encontrarme con críticos duros e insensibles, sin temor a que algún “Risto Mejide” pueda atentar sin piedad con sus palabras contra mis sueños haciéndolos caer y deshacerse en mil pedazos. Que viniese la tempestad que viniese, yo hubiera sido una persona tan fuerte y que hubiera creído tanto en mí y en mis capacidades que ninguna tormenta me hubiera hecho caer, detenerme o desvanecer en mi camino. Cumpliendo de esta manera mis sueños, dedicándome a eso que me llenase en la vida, que me hiciera sentir útil y única, la mejor no comparada con otras personas (no competitividad) sino comparada conmigo misma, la mejor dentro de mi capacidad.
Me hubiera gustado que un día mi joven corazón empezara a latir velozmente enloquecido a causa del primer amor, su único amor, la razón de su palpitar (siempre después del Creador). Que el hecho de vivir cerca de él suponga un estado extendido de felicidad donde el tiempo no pareciera pasar, donde simplemente su boca esbozando esa gran sonrisa me contará la más bella historia sin necesidad de palabras, donde sólo con mirarlo supiera que piensa, siente, necesita o espera de mí, y poder cumplir con sus expectativas . Reír con él, decir cosas más o menos útiles, bromear, viviendo así amor sin egoísmo, celos, engaños, sospechas. Un amor de esos pocos habituales en estos tiempos que duran toda la vida, donde sus ronquidos sean música para tus oídos, donde sus manías te desesperen y a la vez te hagan sonreír, donde sus despistes sean complemento de tus acciones, haciendo de este modo que lo que a él le falte a ti te sobre, y viceversa. Complemento perfecto, polos opuestos, compañeros y amantes eternos. Perdidamente mío, perdidamente suya, perdidamente nuestros.
Pero no. Tal vez, mi don, o defecto fatal sea la nostalgia de todo eso que anhelaba y que no viví, que no conseguí. Y desde muy temprano aprendí a suponer algo oscuro y letal oculto en el corazón de todo lo que amaba y deseaba para mi vida.
Mi familia no resultó ser la familia que creía, m sentí responsable aun siendo una niña, culpable y desdichada. Aunque rodeada de compañeros de vida me encuentre, nunca conseguí esa clase, grupo de amigos que soñé, y cuando estoy mal, cuando quiero llorar sobre alguien no encuentro a quién llamar, voy a mi sitio favorito y no hallo a nadie en aquel lugar. No perseguí del todo mis sueños, aunque a mi modo hoy lo intento remediar; pero el tiempo no se puede echar atrás y muchas cosas no pueden regresar. Del primer amor, que decir, llegó y marcho, y “otros” que no llegaron a ser amor aparecieron, no se me cumplió el sueño del único, del primero, del último y varios protagonistas quisieron hacerse con el papel de mi compañero. De ese amor, no cumplí sus expectativas (no hay nada peor que quien espera algo y no encuentra nada), no conocí sus secretos, y es que hay veces que cuando estás cerca de alguien se te escapan cosas (a mi muchas y mal me siento por eso). Aún así, el tiempo que yo lo viví fui feliz, y es que el recuerdo tiene algo extrañamente reconfortante, aun cuando acarrea su trasfondo inexorable de dolor. Qué difícil es olvidar las cosas bonitas.
Por todo esto mi corazón pareciera que debe llevar puestos unos zapatos al menos dos números más pequeños; y es que las cosas a veces no van al ritmo de nuestra felicidad. Y nos pasamos la vida anhelando sueños que se rompen en las rocas de lo vivido.
Pero me gusta pensar que puedo cerrar los ojos, contar hasta tres, abrirlos nuevamente tras escuchar una voz que me dice: “Lo imposible para ti, es posible para mi; no te preocupes porque yo te cuido, yo te protejo, soy el guardián de tus lágrimas y del terrible secreto de tu aparente actual infelicidad, cuando abras los ojos el pasado habrá quedado atrás y todo irá bien”.
En el fondo, la vida es bonita precisamente por eso, porque no depende sólo de ti; y el trascurso de tu historia puede tomar otro rumbo que seguir. Hay cosas que tienen que suceder, ¿y sabes por qué? Porque si hubiera ocurrido de otra manera, entonces ya no sería quién soy, no estaría aquí y no hubiera podido disfrutar de ti.
“El débil duda antes de tomar una decisión; el fuerte después”. Yo he decidido vivir mi vida como una historia donde yo soy la princesa. Sólo que éste aún no está escrito. Soy yo la que elijo, paso a paso, momento a momento, soy yo la que escribo mi cuento. Prometo y sé que tendrá un bonito y gran final.